martes, 10 de enero de 2017

¿Cómo está tu espalda?



El cuerpo tiene sus razones Autocura y antigimnasia Therese Bertherat - Carol Bernstein

En este momento, en el lugar preciso en el que se encuentra,
hay una casa que lleva su nombre:
Usted es su único propietario,
pero hace mucho tiempo que ha perdido las llaves.
Por eso permanece fuera y no conoce más que la fachada.
No vive en ella.
Esa casa, albergue de sus recuerdos más olvidados, más rechazados, es su cuerpo.
“Si las paredes oyesen…”
En la casa que es su cuerpo, sí oyen.
Las paredes que lo han oído todo y no olvidado nada
son sus músculos.
En el envaramiento, en las crispaciones, en la debilidad
y en los dolores de los músculos de la espalda, del cuello,
de las piernas, de los brazos, y también en los de la cara y en los del sexo, se revela toda su historia, desde el nacimiento
hasta el día de hoy.
Sin siquiera darse cuenta, desde el primer mes de vida reaccionó
a las presiones familiares,
sociales, morales.
“Ponte así, o asá. No toques eso. No te toques.
Pórtate bien. ¡Pero, vamos, muévete! Date prisa.
O ¿A dónde vas tan de prisa…?”
Confundido, se plegaba a todo como podía.
Para conformarse, tuvo que deformarse.
Su verdadero cuerpo, naturalmente armonioso,
dinámico, alegre,
se vio sustituido por un cuerpo extraño,
al que acepta mal, que en el fondo de sí rechaza.
“Es la vida –dice-. ¡Qué le vamos a hacer!”
Pues yo le digo que sí, que se puede hacer algo
y que sólo usted puede hacerlo.
Aún no es demasiado tarde para librarse
de las programaciones del pasado,
para hacerse cargo del propio cuerpo,
para descubrir posibilidades
todavía insospechadas.
Existir significa nacer continuamente.

Fuente imagen :dentallecnotes.blogspot.com
ehealthstar.com

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